Es responsabilidad nuestra aprender, conocer, interesarse por el arte de la
escritura, en cualquiera de sus manifestaciones.
-Las palabras son los utensilios, las
herramientas del escritor. Y como en todo oficio o profesión es imprescindible
el conocimiento –el manejo- de los utensilios de trabajo, así sucede también en
el arte de escribir.
Nuestra base, pues, es el conocimiento del vocabulario. El
empleo de la palabra exacta, propia, y adecuada, es una de las reglas
fundamentales del estilo. Como el pintor, por ejemplo, debe conocer los colores,
así el escritor ha de conocer los vocablos.
-Un buen diccionario no debe faltar nunca en la mesa de trabajo del escritor.
Se recomienda el uso de un diccionario etimológico y de sinónimos.
- Siempre que sea posible, antes de escribir, hágase un esquema previo, un
borrador.
-Conviene leer asiduamente a los buenos escritores. El estilo, como la
música, también “se pega”. Los grandes maestros de la literatura nos ayudarán
eficazmente en la tarea de escribir.
-“Es preciso escribir con la convicción de que sólo hay dos palabras en el
idioma: EL VERBO Y EL SUSTANTIVO. Pongámonos en guardia contra las otras
palabras.” (Veulliot) Quiere decir esto que no abusemos de las restantes partes
de la oración.
-Conviene evitar los verbos “fáciles” (hacer, poner, decir, etc.), y los
“vocablos muletillas” (cosas, especie, algo, etcétera).
-Procúrese que el empleo de los adjetivos sea lo más exacto posible. Sobre
todo no abuse de ellos: “si un sustantivo necesita un adjetivo, no lo carguemos
con dos”. (Azorín). Evítese, pues, la duplicidad de adjetivos cuando sea
innecesaria.
-No pondere demasiado. Los hechos narrados limpiamente convencen más que los
elogios y ponderaciones.
-Lo que el adjetivo es al sustantivo, es el adverbio al verbo. Por tanto: no
abuse tampoco de los adverbios, sobre todo de los terminados en “mente”, ni de
las locuciones adverbiales (en efecto, por otra parte, además, en realidad, en
definitiva).
-Coloque los adverbios cerca del verbo a que se refieren. Resultará así más
clara la exposición.
-Evítense las preposiciones “en cascada”. La acumulación de preposiciones
produce mal sonido (asonancias duras) y compromete la elegancia del estilo.
-No abuse de las conjunciones “parasitarias”: “que”, “pero”, “aunque”, “sin
embargo”, y otras por el estilo que alargan o entorpecen el ritmo de la
frase.
-No abuse de los pronombres. Y, sobre todo, tenga sumo cuidado con el empleo
del posesivo “su” –pesadilla de la frase- que es causa de afibología (doble
sentido).
-No tergiverse los oficios del gerundio. Recuerde siempre su carácter de
oración adverbial subordinada (de modo). Y, en la duda… sustitúyalo por otra
forma verbal.
-Recuerde siempre el peligro “laísta” y “loísta” y evite el contagio de este
vicio “tan madrileño”.
-Tenga muy en cuenta que “la puntuación es la respiración de la frase”. No
hay reglas absolutas de puntuación; pero no olvide que una frase mal puntuada no
queda nunca clara.
-No emplee vocablos rebuscados. Entre el vocablo de origen popular y el
culto, prefiera siempre aquél. Evítese también el excesivo tecnicismo y aclárese
el significado de las voces técnicas cuando no sean de uso común.
-Cuidado con los barbarismos y solecismos. En cuanto al neologismo, conviene
tener criterio abierto, amplio. No se olvide de que el idioma está en continua
formación y que el purismo a ultranza –conservadurismo lingüístico- va en contra
del normal desarrollo del idioma. “Remudar vocablos es limpieza.” (Quevedo).
-No olvide que el idioma español tiene preferencia por la voz activa. La
pasiva se impone: por ser desconocido el agente activo, porque hay cierto
interés en ocultarlo o porque nos es indiferente.
-No abuse de los incisos y paréntesis. Ajústelos y procure que no sean
excesivamente amplios.
-No abuse de las oraciones de relativo y procure no alejar el pronombre
relativo “que” de su antecedente.
-Evite las ideas y palabras superfluas. Tache todo lo que no esté relacionado
con la idea fundamental de la frase o período.
-Evite las repeticiones excesivas y malsonantes; pero tenga en cuenta que, a
veces, es preferible la repetición al sinónimo rebuscado. Repetir es legítimo
cuando se quiere fijar la atención sobre una idea y siempre que no suene mal al
oído.
-Si, para evitar la repetición, emplea sinónimos, procure que no sean muy
raros. Ahorre al lector el trabajo de recurrir al diccionario.
-La construcción de la frase española no está sometida a reglas fijas. No
obstante, conviene tener en cuenta el ordene sintáctico (sujeto, verbo,
complemento) y el orden lógico.
-Como norma general, no envíe nunca el verbo al final de la frase
(construcción alemana).
-El orden lógico exige que las ideas se coloquen según el orden del
pensamiento. Destáquese siempre la idea principal.
-Para la debida cohesión entre las oraciones, procure ligar la idea inicial
de una frase a la idea final de la frase anterior.
-La construcción armoniosa exige evitar las repeticiones malsonantes, la
cacofonía (mal sonido), la monotonía (efecto de la pobreza de vocabulario) y las
asonancias y consonancias.
-Ni la monótona sucesión de frases cortas ininterrumpidas (el abuso del
“punto y seguido”), ni la vaguedad del período ampuloso. Conjúguense las frases
cortas y largas según lo exija el sentido del párrafo la musicalidad el período.
-Evítense las transiciones bruscas entre distintos párrafos. Procure “fundir”
con habilidad para que no se noten dichas transiciones.
-Procure mantener un nivel (su nivel). No se eleve demasiado para después
caer vertiginosamente. Evite, pues, los “baches”.
-Recuerde siempre que el estilo directo tiene más fuerza –es más gráfico- que
el indirecto.
-No se olvide que el lenguaje es un medio de comunicación y que las
cualidades fundamentales del estilo son: la claridad, la concisión, la
sencillez, la naturalidad y l a originalidad.
-La originalidad del estilo radica, de modo casi exclusiva, en la sinceridad.
-Pero no sea superficial, ni excesivamente lacónico, ni plebeyo, ni
“tremendista”, vicios estos que se oponen a las virtudes antes enunciadas.
-Además del estilo, hay que tener en cuenta el TONO, que es el estilo
adaptado al tema.
-Huya de las frases hechas y lugares comunes (tópicos). Y no olvide que la
metáfora sólo vale cuando añade fuerza expresiva y precisión a lo que se
escribe.
-Huya de la sugestión sonora de las palabras. “Cuando se permite el
predominio de la sugestión musical empieza la decadencia del estilo” (Middleton
Murry). La cualidad esencial de lo bien escrito es la precisión.
-Piense despacio y podrá escribir deprisa. No tome la pluma hasta que no vea
el tema con toda claridad.
-Relea siempre lo escrito como si fuera de otro. Y no dude nunca en tachar lo
que considere superfluo. Si puede, relea en voz alta: descubrirá así defectos de
estilo y tono que escaparon a la lectura exclusivamente visual.
-Finalmente, que, la excesiva autocrítica no esterilice la jugosidad, la
espontaneidad, la personalidad, en suma, del propio estilo. Olvide, en lo
posible, todas las reglas estudiadas, al escribir. Acuda a ellas sólo en los
momentos de duda. Recuerde siempre que escribir es pensar y que no debe
constreñirse al pensamiento, encerrándolo en la cárcel del leguyelismo
gramatical o lingüístico.