martes, 19 de junio de 2012

La Derivación Apreciativa

Bisílabos acabados en consonante, como diminutivos son tetrasílabos (cuatro sílabas) - el diminutivo aumenta dos sílabas:
reloj > relojito
árbol > arbolito
clavel > clavelito
Bisílabos acabados en vocal -a/-o, como diminutivos son trisílabos (tres sílabas) - el diminutivo aumenta una sílaba:
perro > perrito
ojo > ojito
puro > purito
Bisílabos acabados en -n, como diminutivos son cuatrisílabos (cuatro sílabas) - el diminutivo aumenta dos sílabas:
león > leoncito
camión > camioncito
sartén > sartencita
Bisílabos acabados en -e átona, como diminutivos son cuatrisílabos (cuatro sílabas) - el diminutivo aumenta dos sílabas:
monte > montecito
valle > vallecito
parque > parquecito
Monosílabos - o no permiten derivación o la hacen mediante el infijo -ec-, como diminutivos son cuatrisílabos - el diminutivo aumenta tres sílabas:
tren > trenecito
pan > panecito
pez > pececito
«Existe un solo monosílabo acabado en vocal susceptible de admitir diminutivo (pie); pues bien, la manera de formarlo parece confirmar esta idea: gracias a que recibe por dos veces el infijo –e- (pi-ec-ec-ito), se obtiene una forma de cuatro sílabas, es decir, el número regular con el que cuentan los diminutivos monosílabos.

 Existe, además, otro grupo de monosílabos acabados en semivocal (buey, ley, rey) que también reciben la inserción del infijo –ec-, par que la ley de las cuatro sílabas se cumpla: hecho que se facilita por la consonantización de la semivocal (buey-ec-ito, ley-ec-ita, rey-ec-ito).
De ahí nuestra conclusión final: -c- y –ec- serían variantes alomórficas del infijo diminutivo; y la selección del primero ocurriría cuando, en una formación diminutiva, el uso de –ec- produciría un derivado que excediera las dimensiones silábicas permitidas por el sistema: el diminutivo virrey es virreicito y no *virreyecito, pues tal formación presenta tres sílabas más que la forma base, y el sistema sólo concede dos. 
Entre las carencias de esta hipótesis, hay que destacar, sobre todo, el hecho de que no tiene en cuenta fenómenos provenientes de los distintos dialectos del español, y que, al utilizar distintos criterios en la explicación el proceso derivativo, obliga a situarlo en distintos componentes de la gramática, complicando en parte la descripción.»
[Lázaro Mora, Fernando A.: “La derivación apreciativa”. En: Bosque, Ignacio / Demonte, Violeta (eds.): Gramática descriptiva de la lengua española. Madrid: Real Academia Española / Espasa Calpe, 1999, § 71.7.1]


«La vieja idea de que de las significación empequeñecedora de los diminutivos se ha derivado la afectiva – ya que los objetos chicos despiertan en nosotros, por veces, sentimientos de protección y ternura o de desconsideración o menosprecio – va siendo rechazada cada vez con más seguridad. 

El diminutivo, más bien, era el signo de un afecto.
Más interés aún que la prelación histórica entre el valor empequeñecedor y el afectivo tiene el problema de la significación originaria de estos sufijos: o significaban la ternecencia, la semejanza, ‘perteneciente a’, ‘a la manera de’, ‘descendiente de’, etc. (columbina, diamantinus), o no suponían modificación conceptual alguna respecto de las palabras bases. 
Los diminutivos alemanes no son por su naturaleza palabras empequeñecedoras, sino que originariamente, lo mismo que los hipocorismos, son individualizaciones destacadas. 

El diminutivo parece más bien contener un realce del concepto; un deslindamiento del concepto con relación a la ocasión particular, motivado en el afecto del hablante: mi pueblecito (mein Dörfchen) no tiene en manera alguna que quitar al concepto ‘pueblo’ (‘Dorf’), en esta ocasión particular, nada de su fuerza originaria ni de su contenido de significación, antes bien, sugerirá algo así como ‘mi pueblo’; su papel es especializar, en fin: personificar. (F. Wrede)
Nuestros sufijos han conservado siempre este papel destacador del objeto, su función de pensarlo representacionalmente refiriéndose a su agudizada valoración.

 Como contenido conceptual se señala para el diminutivo la significación de empequeñecimiento, la de referencia a objetos pequeños como clase, y, por fin, la contraria de aumento.

  Respecto a la significación disminuidora, sólo he de añadir que, a pesar de haber dado lugar a la denominación de diminutivo, es con mucho la función menos frecuente, tanto en la lengua escrita como en la oral; cualquier recuento convencerá al lector de que el uso más abundante del diminutivo es el de las funciones emocional, representacional y activa. Cuando el sentido central es realmente el de disminución, se suele insistir en la idea de pequeñez con otros recursos (una cajita pequeña, una cosita de nada, etc.). 

Es raro, aunque perfectamente idiomático, encomendar exclusivamente al diminutivo la idea de tamaño reducido. [...]
Ante todo, es inútil estudiar el valor estilístico de un diminutivo aislado de toda situación real, como generalmente nos lo presentan.
Entre usted despacito
Vaya de prisa

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